sábado, 26 de abril de 2008

Demasiado Planeta

Un soldado con turbante alza el rifle en señal de júbilo y celebra un cazabombardero abatido. A la derecha una manada de leones agazapados entre las hierbas acechan a un antílope. Corro hacia ellos, pero no los alcanzo. A la izquierda cientos de políticos encorbatados discuten, se acaloran, se agreden.
Es mi planeta, bate fuerte mi corazón, corro, sudo, intento cerrar los ojos pero no lo consigo, y sigo mirando, espectador obligado.
Una hermosa mujer dispara sobre su marido a pocos pasos de mí, y sólo a medio metro un bebé se traga una papilla sonriente y mofletudo; también veo una canoa que sortea peligros, río abajo, no muy lejos de una banda de flautistas que sueltan al aire sus alegres melodías. Me agito aún más y no dejo de correr, tres kilómetros ya, pero es aún poco: el planeta es grande.
Y ahora, donde estaban los leones veo una inundación devastadora, el lodo arrastra casas y árboles justo cuando, a sólo dos palmos, unos hombres negros saltan y encestan balones por un aro. Y corro hacia ellos y otra vez no los alcanzo. Y sudo todo y mi corazón bombea sangre a presión. Un automóvil gris atraviesa un desierto, una ciudad iluminada celebra la navidad, un médico palpa la celulitis de una señora obesa –no puedo más, quiero parar, me puede el cansancio, cinco kilómetros y ya he visto demasiado- y veo catedrales, y pulmones negros de nicotina, y venta de adosados a pie de playa... y corro y corro, y nunca llego...


Me detengo, de golpe... Aún respiro agitado... Me recupero... Poco a poco... Y desciendo al fin de la cinta.

Me seco la nuca con la toalla y bebo agua mineral. Miro el reloj: son las once y media: toca natación.
Espero que no hayan instalado también diez televisores en el fondo de la piscina...