sábado, 26 de abril de 2008

Nada es lo que parece

Los dos clientes la miraban con descaro, a ocho metros, desde un cómodo sofá del Ritz, y ella les correspondía con lánguidas caídas de ojos, con coquetos sorbos a su copa de vermut, con una estudiada y tímida sonrisa.
“Te digo que parece una fulana”
“Ya lo creo... fíjate qué minifalda de brillos”
“Yo diría que es búlgara, o rusa... o ¿te imaginas que sea la hija de una condesa zarista?”
“De los títulos quién se fía, engañan siempre”
Absortos, miraban cómo la mujer se recolocaba una y otra vez su larga melena rubia. Ella les volvió a mirar y a sonreír desde el fondo del salón, pasaba la yema de los dedos por el borde azucarado de su copa que después posaba delicadamente sobre sus labios, muy rojos, y bebía sin dejar de mirarlos.
“Mira, ¿sabes? ésta se nos sube a la habitación a poco que insistamos...”
“Si tú eres capaz de acercarte.., porque yo no me atrevo.”
La mujer sacó un cigarrillo de su pitillera, se levantó con un gesto delicado y avanzó majestuosa sobre la alfombra a pasos decididos hacia ellos.
“Que viene...”
-¿Tú fuego, chicos? ¿tú buen rato conmigo? Poco dinero.
-¿Cómo te llamas? Your name...
-Yo polaca... Me llamo Nada.