viernes, 4 de noviembre de 2011

IDEOLOGIAS, DEL PRÊT-A-PORTER A LA SASTRERÍA

¿Y si explico qué es la derecha y qué es la izquierda, y tanto los unos como los otros se sienten a gusto tras lo leído? No es del todo imposible, no hay porqué andar siempre molestando a la gente cuando se habla de política. Yo lo voy a intentar, no en vano soy hincha tanto del Madrid como del Barcelona (como verán no tengo un pelo de tonto…). Hay quien entiende que eso no es posible, que no se puede querer a dos mujeres a la vez. Sin comentarios…

La mayoría de las personas no saben comparar la derecha con la izquierda si no es enfrentándolas encarnizadamente, como si la una, en pleno siglo veintiuno pudiera sobrevivir sin la otra; por eso antes de una discusión ambos bandos se suelen parapetar tras sendas barricadas con las manos cargadas de piedras listas para el lanzamiento. Pero las pedradas terminan dirigiéndose hacia las cabezas de los políticos –merecidamente, cómo no- y casi nunca ni siquiera rozan la esencia de las ideas, que es como decir que sólo sabemos disparar al bulto, a lo que se mueve, y nos perdemos siempre lo mejor de la discusión…

Tanto la derecha como la izquierda son tendencias del comportamiento encaminadas a hacer más feliz al individuo, cada cual a su estilo. Eso sí, no hablamos de dos conceptos simétricos y por tanto comparables, desde el momento en que la izquierda es una ideología pero la derecha claramente no. La derecha es natural y la izquierda artificial. Artificial significa que utiliza artificios para conseguir sus objetivos. Natural significa que se manifiesta con la crudeza propia del humano. Si un escolar trae a casa siete suspensos podemos castigarlo sin la paga y sin salir, que es lo que nos sale del cuerpo, o bien podemos tener con él una larga charla conciliadora, reprimiendo tal vez las ganas de soltarle un cachete. Lo más probable es que ninguna de las dos medidas den resultado si el niño resulta ser un tarugo, pero expresan dos actitudes diferentes y enfrentadas para resolver un problema: la fuerza o la persuasión. No se acelere usted, ninguna es mejor que la otra, y a lo largo de la vida las utilizamos indistintamente según el caso (excepto si los tarugos somos nosotros: siempre todo-fuerza o siempre todo-contemplaciones…).

La naturaleza de la derecha lleva al individuo a expresarse con espontaneidad, “un negro vagabundo e idiota”, la izquierda entiende en cambio que demasiada luz y claridad puede a veces perjudicar la convivencia y prefiere disfrazar el idioma, “un individuo de color inadaptado social y diversamente hábil”. Llegado el caso la derecha suele derivar hacia la brutalidad, la izquierda hacia el ridículo. “Esto es mío” debe de ser la frase más antigua del mundo, sólo mucho después nacería “aquí todo es de todos”, la primera es visceral y natural, la segunda civilizada y utópica. Al final derecha e izquierda no es más que la pugna entre lo que somos y lo que soñamos, lo que somos a veces es hermoso y a veces horroroso, lo que soñamos a veces es razonable y a veces imposible. Se espera de nosotros la suficiente habilidad para saber usar las dos manos dependiendo del momento. Presumir de la fuerza, o de las riquezas, o de la belleza es lo más natural del mundo, disimularlas para no ofender al que carece de ellas es un paso adelante hermoso y necesario. Paso adelante que damos lunes y miércoles y que dejamos de dar martes y jueves.

Los conceptos más atávicos del humano –y por ellos característicos de la derecha- van ligados al sometimiento a un dios, a la necesidad de un líder, al amor irreflexivo por la tierra de nacimiento, a la jerarquía paterna dentro de la familia, a la libertad del individuo frente al estado… Los conceptos de la izquierda, en cambio, fueron más tardíos y por ello tuvieron que ser “conquistados”: organización democrática de la sociedad, igualdad de oportunidades a pesar de las desigualdades previas, el hombre -y no dios- es el centro del cosmos, redistribución de las riquezas, hegemonía de las decisiones de la mayoría sobre los comportamientos individuales. Ni derecha ni izquierda puede prescindir hoy día de todos estos conceptos -de todos-, les gusten más o menos, crean o no en ellos. Y por ello, tanto los unos como los otros -en esta parte del mundo y en este momento de la historia- mantienen vigentes indistintamente los conceptos atávicos y aceptan con total naturalidad las conquistas sociales. O lo que es lo mismo, tanto los partidos de derecha como los de izquierda están impregnados por igual de los conceptos de derecha y de izquierda (hagan la prueba: que les traduzcan los discursos parlamentarios de los diputados holandeses, o italianos, o búlgaros e intenten adivinar de qué orientación política son…). Y es que en la actualidad ya apenas quedan partidos de izquierda o de derecha, sino ligeramente de izquierda o ligeramente de derecha. Por eso cuando se alternan en el poder en realidad no se nota casi nada. Lo que pasa es que estamos todos contaminados por la publicidad que esos mismos partidos políticos generan, publicidad mucho más insidiosa y efectiva que la de la Coca-Cola, y encima gratis total, en prensa, tele y radio. Hay izquierdistas amantes de la tauromaquia y derechistas anticlericales, eso los lunes y los miércoles, los martes y los jueves hay derechistas que se fuman un porro e izquierdistas que bajan a la calle con banderas patrias a presumir de campeones del mundo. ¿Contradictorio? Nada de eso, actual.

La disyuntiva derecha-izquierda está dejando de ser operativa para entender algo acerca de cómo somos las personas. Resulta así un misterio cómo pueden votar al mismo partido de izquierda el catedrático refinado de universidad que fuma en pipa, se viste y se perfuma finamente, visita museos y librerías, asiste a ciclos de cine checoslovaco en blanco y negro, practica con su amante sexo tántrico, y sueña con restaurar un viejo caserón del centro… con el obrero de la construcción, que juega al tute en el bar mientras mueve un palillo de diente en su boca, se pasea los domingos en chándal para estar cómodo, se divierte con las películas de automóviles que se persiguen y que luego explotan, sale el jueves santo de penitente con un cirio, y sueña con un deportivo rojo-fuego o amarillo-chillón... ¿Y por la derecha? ¿cómo pueden votar al mismo partido la señora de misa diaria, vigilante de las buenas costumbres, sufrida esposa, amante de las croquetas con sabor a abuela y enganchada al ganchillo… así como también la señora con minifalda a una edad inapropiada, divorciada dos veces, asidua a los bares de salsa y de rumba hasta las tantas, devoradora de sushi y enganchada al Meetic y al Facebook?

Lo natural y lo artificial. Sin ambas actitudes seríamos todo-paleolítico o todo-robot (ay, algunos lo son…) pero por suerte hay altruistas y ladrones, transigentes e intolerantes, modernos y arcaicos, bondadosos y odiosos, con carnet en todos los partidos por igual. Yo hace ya años que ando detrás de un traje ideológico que me siente bien, pero es que cuando no me está ancho de caderas me está corto de piernas, o si me gusta el color no me gusta el corte. Así que, excluido el prêt-à-porter, tendré que confeccionármelo en una sastrería a medida. Es más caro pero vas siempre a gusto.