lunes, 2 de enero de 2012

SAGRADA PAZ

Hace unos días se publicaron unas fotos de la actriz española Paz Vega (guapísima, pero eso ahora no cuenta…) en actitud fervorosa y devota sobre el reclinatorio de la sacristía de una iglesia, sólo cubierta por un velo demasiado etéreo para no parecer desnuda y cruda; en otra foto aparecía ataviada de Virgen en actitud semanasantera y expresión de éxtasis místico. Un escándalo, vamos. Como lo sería vestir de azulgrana a Mourinho besando el escudo del Barça y sacarlo en prensa a toda plana. No, no piensen que no es lo mismo. Es lo mismo. Lo más sagrado para cada uno forma parte de lo íntimo, y es innegociable. ¿Qué el catolicismo es más sagrado que el madridismo o que el barcelonismo? No podría yo jurarlo.

Los feligreses de la parroquia en cuestión han protestado. O por lo menos las feligresas. El asunto atenta contra muchas sustancias de la religión. Yo me quedo -tras haberlo pensado bien- con la certeza científica que no hay modo humano de retratar a Paz Vega sin ropa en una sacristía que tenerla efectivamente sin ropa en una sacristía, y no sería cosa de un minuto, con lo que se prolongan esas sesiones fotográficas en plan profesional… Y la sacristía quedó infectada por el pecado de la carne. Y al día siguiente llega el señor cura y tiene que vestirse y desvestirse sobre aquellas mismas baldosas para dar la misa. Mejor no sigo.

Lo sagrado no es como lo vital, ni como lo importante, ni como lo definitivo. Lo sagrado te lleva al gozo eterno, o a las llamas eternas, y ahí se acaban las palabras. Y a quien cree que existe lo sagrado pues o se le reeduca o se le respeta, y no hay via intermedia. Bueno, miento, el humano saca vías intermedias hasta de las piedras. Las feligresas de la parroquia apenas vieron las fotos formaron ardorosos corrillos de vecindario y se fueron con el cuento al obispo, que no pudo por menos que darles la razón. El obispo –imagino yo- miró las fotos y vió la belleza que allí estallaba, y sintió lo que siente cualquier mortal, y apuesto a que les parecieron bellas, las fotos y la fotografiada, vale, pero al fin sumamente irreverentes y que por ello atentan al respeto debido hacia las cosas, sean sagradas o profanas.

Al final todo el asunto nos lleva a lo de siempre, a que la desnudez ofende. El pintor italiano Miguel Ángel forró la Capilla Sixtina de decenas de cuerpos desnudos que escandalizaron, y no poco, a sus contemporáneos, hasta el punto de que, tras su muerte, aún no estaba su cadáver del todo frío bajo tierra que ya andaba la Iglesia buscando a un pintor para que plantara añadidos textiles sobre no pocas zonas pudendas de los santos y de las santas. Aquello fue mucho peor que lo de Paz Vega, pero no se compara el patrocinio de todo un Miguel Ángel con el de la firma alemanas de galletas Lambertz que ha montado el cirio.

Y digo yo, ¿no habría otra óptica desde la que salvar la situación, y que un acto reprobable nos pareciera encomiable?
En una ocasión un seminarista se encontró en el patio de la institución a otro seminarista que fumaba mientras se concentraba en la lectura del libro sagrado.
-¿Cómo es que fumas? – le preguntó-, el Padre Superior no nos permite fumar mientras rezamos.
A lo que el primer seminarista respondió:
-Al contrario, a mí me lo acaba de permitir… ¿Tú cómo le hiciste la pregunta?
-Pues yo le pregunté: “Padre ¿se puede fumar mientras se reza?” Y me dijo que no muy escandalizado.
-Claro, es normal que preguntado así te lo prohibiera. Yo se lo pregunté al revés “Padre, ¿se puede rezar mientras se fuma?” Se lo pensó un rato… y me dijo que sí.

Era fácil, ¿no? Así que también nosotros reflexionemos y formulemos las dos preguntas al Padre Superior alterando la posición de los elementos:
-Padre, ¿qué se debe pensar de una mujer que hasta cuando reza se desnuda?
-¡Qué habríamos de pensar, pues que es una puta!
-Y en cambio, Padre, ¿qué se debe pensar de una mujer que hasta cuando se desnuda reza?
-Ah, hijo, mío, que no hay mujer más santa. Y pediría que todas las mujeres desnudas, en adelante, la imitaran en el fervor.